En la actualidad se requieren nuevas competencias para enfrentar desafíos emergentes.
Alrededor de un 65% de los niños que ingresan a la escuela básica trabajará en puestos laborales que aún no existen, pero que requerirán de creatividad, iniciativa y adaptación; habilidades que son posibles de fomentar a través de las tecnologías.
En ese sentido, el desarrollo de competencias para el siglo XXI se facilita con pedagogías que destacan un trabajo centrado en el aprendizaje de los estudiantes, basados en proyectos y problemas, con trabajo individual y grupal que estimulan la autonomía y la colaboración, donde el o la docente no es la única fuente de conocimiento, sino más bien guía de los procesos de aprendizaje (CEPAL, 2012).
En ese sentido, algunas competencias claves para el siglo XXI son las siguientes:
En el contexto educativo global actual, los planes de estudios deberían hacer hincapié en un aprendizaje ecológico, intercultural e interdisciplinario que ayude a los estudiantes a acceder a conocimientos, y producirlos, y que desarrolle al mismo tiempo su capacidad para cuestionarlos, criticarlos y aplicarlo.
En cuanto a habilidades cognitivas, según el Foro Económico Mundial (2020) los pensamientos: computacional, creativo y crítico se encuentran en los primeros puestos del ranking de habilidades necesarias para el mundo del trabajo en el futuro.
El pensamiento computacional se ha configurado como una forma especial de resolver problemas y tiene especial relación con la apropiación de las tecnologías educativas en los currículos de los establecimientos educativos, configurándose como una metodología de resolución de problemas que, si bien es independiente de la tecnología, se potencia con ella.
El Foro Económico Mundial (2016) plantea que las habilidades sociales y emocionales son críticas para la fuerza laboral del futuro, y existen habilidades y cualidades clave como la resolución de problemas y la colaboración, que serán el corazón de las necesidades del nuevo mercado laboral.
Una de las actitudes más relevantes asociadas al aprendizaje es la autoconfianza, que permite a los docentes y estudiantes desarrollar un sentido de autoeficacia, que es la creencia de que pueden ser efectivos en cualquier situación (Spencer y Spencer, 1993). Esto se vuelve muy relevante al momento de apropiarse de las tecnologías educativas y usarlas eficazmente. Se ha evidenciado, por ejemplo, que cuanto más seguros están los docentes, mejor uso hace de la herramienta, sin embargo, para muchos es un complemento o recurso extra (Sallán et al, 2017).