La pandemia impulsó la adopción de tecnologías digitales en diversos ámbitos, pero también relevó la necesidad de cerrar la brecha digital. Klaus Schwab destaca en su libro “La cuarta revolución industrial” el potencial transformador de la tecnología y su impacto en la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. Sin embargo, la disrupción digital también ha generado preocupaciones y desafíos, especialmente para los sectores más desfavorecidos que se han quedado al margen de los beneficios de la tecnología digital, lo que ha creado una profunda brecha digital y exclusión social.
El avance tecnológico y la era digital han transformado el mercado laboral, generando la necesidad de adaptación y reinvención constante. Transformaciones como la automatización y la irrupción de la inteligencia artificial requieren habilidades diferentes y más complejas, inversiones por parte de los empleadores y nuevas interfaces tecnológicas. Los países menos desarrollados se encuentran en desventaja para absorber estas nuevas tecnologías, lo que puede aumentar la desigualdad entre la población. La reasignación de empleos y la recapacitación son necesarias para permitir el desarrollo de nuevas habilidades y reconversión de trabajadores.
Accenture en su estudio “Education and technology skills” (2018) menciona que el efecto de las tecnologías será el de reconfigurar los puestos de trabajo, en función de la evolución de las tareas y el rol potenciador de las máquinas sobre las capacidades de los trabajadores.
Las tecnologías inteligentes están reconfigurando las habilidades requeridas en el futuro del trabajo, donde la combinación de habilidades de razonamiento complejo, creatividad, inteligencia socioemocional y percepción sensorial será cada vez más relevante (Accenture, 2018). En ese sentido, hay una demanda creciente de nuevas habilidades y roles laborales debido a las tecnologías que ha vuelto prioritario la capacitación en “upskilling” y “reskilling” para adaptarse a los nuevos desafíos laborales.
Estas transformaciones también han impactado al sistema educativo, lo que ha generado la necesidad de actualizar los contenidos, mejorar las habilidades digitales y transformar las metodologías de enseñanza.
La pandemia trajo el desafío del aprendizaje a distancia que evidenció una profundización de las desigualdades existentes con relación al acceso a las tecnologías digitales, ampliando la brecha digital.
Area y Adell (2021) señalan que el sistema educativo aún no ha experimentado una transformación digital significativa, pero hay señales de avanzar en esta dirección. Hay una creciente presión para que las instituciones educativas adopten tecnologías digitales de manera efectiva y que se produzcan cambios metodológicos para mejorar la pedagogía, la organización académica y el rol docente en la era digital.
Si bien hoy en día los sistemas educativos han implementado y puesto en marcha el uso de las TIC, el desafío actual es desarrollar las capacidades necesarias tanto en docentes como en estudiantes para aprovechar al máximo su uso en el aprendizaje y en la evaluación de impacto de su uso en los resultados de aprendizaje. Esto es fundamental para preparar a los estudiantes para los desafíos del siglo XXI, según el Banco Mundial (2021).